Comentario a los dineros de Urraca de la Subasta Vico de 26 de junio (Parte II)

La segunda moneda objeto de atención es la contemplada en el lote nº 181 con la descripción: Dinero. Palencia. A/ URRACA R?G. R/ S (tumbada) ?R ANTONINI. III-18 vte. EBC. De la más alta rareza. Ex HSA-8816 y el siguiente comentario: Durante los últimos años del reinado de Alfonso VI, este monarca concedió a la sede compostelana (regida entonces por el poderoso arzobispo Gelmírez) el derecho de acuñación de una moneda concesionaria, frecuente en la Europa de la época. Doña Urraca concedió el mismo privilegio de acuñación a uno de los grandes monasterios del reino, el de los Santos Facundo y Primitivo en Sahagún (1116), y también a la Catedral de San Antolín de Palencia, aunque de esta concesión no conservamos el documento original. obre los escasos y rarísimos dineros palentinos de Doña Urraca hay que decir que tenemos dos bulas papales, una de marzo de 1116 y otra de noviembre de 1125, en la que se cita la existencia de la concesión monetaria al obispo, detallando el reparto de beneficios de la misma por mitades, entre la catedral y la reina. De la cita de este privilegio en documentos papales de Pascual II y Honorio II se desprende la consolidación de este derecho y su defensa por parte de la autoridad pontificia, siendo más beneficioso que el otorgado a Sahagún (donde el abad sólo recibía el tercio de los beneficios) y, sin duda, relacionado con el pago de las obras de la Catedral palentina, por eso la leyenda de reverso de BEATI ANTONINI (más o menos abreviada). Con todo ello, podríamos intentar fechar la concesión original entre 1114 y 1116, ya que de esa época tenemos varios privilegios de la reina Urraca concediendo mercedes al obispo Pedro de Palencia «en premio a los servicios prestados», «como premio a sus muchos servicios», «en premio a su fidelidad». En cuanto a la tipología específica de estas piezas, el anverso lleva el nombre de la Reina Urraca y Cruz equilátera, siendo el reverso el que las diferencia de las monedas reales, donde aparece la leyenda antes comentada de San Antolín en genitivo (como las de Santiago de Compostela) y como tipo dos alfas y dos omegas colocadas en cruz, un diseño propio que se utilizaba en algunas otras piezas acuñadas con la leyenda LEOCIVITAS en vez de la referida a San Antolín. ALFONSO I DE ARAGÓN, COMO MARIDO DE DOÑA URRACA

Se trata de la acuñación palentina más primitiva, que se separa completamente de la tipología posterior de las acuñaciones de este monasterio, caracterizadas por tener en anverso la típica cruz patada, y en reverso parejas de alfas y omegas espaldadas.

Sin embargo, existe otra versión, también atribuible a Palencia, y que fue comentada por León España y M. Mozo en su artículo «Monedas Medievales Míticas» (Gaceta Numismática, nº 169 – 2008). En la siguiente moneda se ve claramente que el señor obispo de Palencia, presumiblemente don Pedro de Palencia (sobre el 1112), elige la misma estructura de carácter copiativo que popularizó Sahagún, con las tres cruces representativas de la Santísima Trinidad o de las tres cruces del Gólgota. Asimismo en cuanto a la utilización para labrar letras de los espacios de la cruz, es igualmente una continuación tipológica ya utilizada en los territorios del nordeste peninsular, como fueron Gerona y Besalú.

Importante mención merece la leyenda del anverso con las letras «B E A T» en los cuarteles 1º, 2º, 4º y 3º, y la leyenda «A.NTONIIN», con una agrupación de tres puntos haciendo de travesaño de la primera N, y que toma comienzo a las tres. Claramente este texto es una mención directa de la advocación a la que este monasterio se hallaba unido, que no era otro que a San Antolín (Beati Antonini, en latín).

Quisiera agradecer públicamente a D. Manuel Mozo Monroy no solo el conocimiento transmitido a través del artículo antes reseñado, sino también su colaboración facilitandome el acceso al mismo.

Comentario a los dineros de Urraca de la Subasta Vico de 26 de junio (Parte I)

La reina Urraca fue la primera reina que ejerció el exclusivo derecho real de acuñación de moneda en los reinos de Toledo y León. En un inicio siguió las directrices monetarias de su padre Alfonso VI, distinguiéndose cuatro tipos de acuñaciones:
a) Acuñaciones Reales: Urraca era la reina soberana, y como tal, aparecía en las monedas. Tales emisiones se produjeron en León y Toledo.
b) Acuñaciones Conyugales: monedas que de alguna manera mencionaban a sendos esposos regios entre diciembre de 1109 –firma de la Carta Programática entre ambos- y octubre de 1114 –cuando Alfonso I de Aragón repudia a Urraca, si bien no desaparece del todo de la política castellano-leonesa-. Se labraron en León, Zamora y Segovia.
c) Acuñaciones del Correinado de Urraca con su hijo Alfonso Raimúndez: monedas labradas entre mayo de 1117 –Pacto del Tambre- y marzo de 1126 –muerte de Urraca en Saldaña (Palencia)-, pero con independencia absoluta del uno respecto del otro en la amonedación. Se acuñaron en Toledo, León y en Segovia.
d) Acuñaciones Concesionarias: privilegios especiales para emitir monetario propio a instituciones o sedes eclesiásticas. Fue precisamente en el reinado de Urraca donde más proliferaron, labrándose en el monasterio cluniacense de Sahagún y en la catedral de Palencia.
La Subasta Vico del próximo 26 de junio de 2012 nos brinda la ocasión para que nos detengamos en los tipos a) y d), y dentro de este último en las acuñadas en la catedral de Palencia. Para ello dedicaremos esta y una sgunda entrada. No nos detendremos en las ya consabidas emisiones atribuidas al Monasterio de Sahugún, las cuales ya han sido objeto de anterior estudio
Comenzamos con el lote nº 180, con un precio de salida de 1.000 eur. y que obedece a la siguiente descripción:  Dinero. Toledo. A/ +VRACA RE. R/ +TOLETVO. III-11. EBC-. Muy rara en esta conservación. Ex HSA-8815
Sobre estas acuñaciones de tipo «real» y busto de frente de claro arte románico circularon indistintamente en los reinos de Castilla y León y continuan una tradición continuista de representación frontal visigótica. Por otro lado estamos ante la primera representación de una mujer en moneda medieval. Ya conocemos antecedentes en moneda romana e incluso egipcia, pero no en moneda visigoda y por supuesto, tampoco en moneda islamica. Este hecho de la representación de una mujer en la moneda viene a significar una afirmación de su poder soberano sobre el Reino.

La imagen muestra esquemáticamente a la joven reina de frente, con tocado y diadema, grabando con letra carolina en la leyenda su nombre y título: “VRACA RE (REGIS «Reina»), En el reverso cruz patada y el toponímico del reino: TOLETVO. Estos dineros rondan en todos los casos el gramo de peso, manteniéndose en los ejemplares conocidos entre 0,75 y 1,19 grs. El principal rasgo diferenciador de las variantes existentes en este tipo es la aparición de dos puntos, uno a cada lado de la cabeza, como intentando recalcar su feminidad al colgarle dos presumibles pendientes; si bien esta posibilidad no es más que una pura especulación, pues estos dos puntos podrían tener cualquier otro significado que no ha llegado hasta nuestro días.

Su cronología es de muy difícil determinación. Expongo literamente los comentarios que Manuel Mozo Monroy realiza en su artículo «Acuñación toledana de Urraca, Reina de León y Toledo (1109 – 1126)»  
Presumiblemente empezó con el inicio de su reinado reutilizando los cuños de las monedas toledanas anteriores y acuñando en aparente disminución progresiva hasta abril de 1111, cuando su marido Alfonso se hace con la ciudad del Tajo -existe incluso la posibilidad, derivada de las marcaciones, de una degradación tipológica y de la disparidad de estilos, y que incluso se pudiese haber acuñado en más de un taller de labra-. Efectivamente, es harto improbable que Urraca pudiese haber acuñado entre el 18 de abril de 1111, en que Alfonso I entra en Toledo como rey, y el 18 de octubre de 1114 -día en que según la Crónica de San Juan de la Peña el rey aragonés repudia oficialmente en Soria a doña Urraca por razones de consanguineidad: “sed lapsu temporis videns Imperator Reginem a vita debitae honestatis alienam, invento colore quod inter eos erat gradus consanguineitatis et quod nolebat vivere in percato, duxit eam usque ad Soriam, et ibi ipsam traditit”-, cuando acepta definitivamente la resolución papal de anulación de su matrimonio. Inmediatamente después, los toledanos y segovianos se rebelaron en su nombre, enfrentándose a Álvar Fáñez y sus tropas -hombre de confianza de Urraca-, quien pese a intentar disolver esta insurrección popular, sin conseguirlo, cayó muerto pocos días después en Segovia. Ambas ciudades volvieron a manos del aragonés hasta 1118 -pese a que Urraca se las había entregado durante tres años a su hijo Alfonso Raimúndez en el Pacto del Tambre de mayo de 1117-, cuando se rindieron tras sufrir alguna que otra escaramuza bélica. Alfonso I, por su parte, continuó hostigándolas, retomando su control durante algunas temporadas: hasta 1119 para Toledo y hasta pasado 1123 para el caso de Segovia; en su beneficio jugaba la posición favorable que ambas ciudades tenían hacia su persona, pues había sido él quien las había defendido durante largo tiempo frente a los ataques de las tropas almorávides. Por otro lado, la posesión, de los dos feudos le era fundamental ya que así podría seguir intitulándose Emperador al tener en sus manos, al menos, tres reinos (Pamplona, Aragón y Toledo).
Por tanto, es posible que en esos años Toledo retomase su producción acuñadora a nombre de Urraca y quizá Alfonso Raimúndez hasta 1124 –de hecho la reina ratifica en noviembre de 1123 a la iglesia de Santa María el diezmo de las rentas reales a Toledo y a su arzobispo Bernardo incluyendo la moneda –“monetarum”- (Archivo de la Catedral de Toledo, 1.7.G.1.4b) -“Ego Urraca dono et concedo decimam partem omnium regalium redittium quos in Toletana habeo uel habuero urbe aut in eius terminis tam infra quam exterius panis, scilicet, et vini, molendinorum, furnorum, tendarum, tocius fori, alfondegarum, monetarum, balneorum… duodecim libras auri obriti persoluat”-; fecha en que de una manera casi efectiva la reina desaparece del poder político y económico, y es eclipsada por su propio hijo, recién armado caballero en Santiago de Compostela, y que con toda probabilidad fue ya quien ejerció la regalía de acuñación de moneda a su nombre. Este cúmulo de circunstancias históricas fueron las que determinaron que sólo se acuñase este tipo monetario urraqueño en la ceca de Toledo durante su reinado.

Primeras labras de vellón acuñadas en Toledo (siglos XI y XII). Propuesta de interpretación iconográfica

Por Manuel Mozo Monroy y Francisco Javier García

Toledo, en la Alta Edad Media, fue considerado como el núcleo clave del poder hispano. Quien lo poseía era el verdadero dueño de la península ibérica, como capitalidad que fue del reino visigodo: Toleto Pivs. Para al Islam también fue una provincia clave: Tolaytola, igual que al-Ándalus o el califato de Córdoba. Necesariamente, Toletvm, al ser reconquistada por Alfonso VI el 25 de mayo de 1085, cumplió las mismas funciones como herencia del cristianismo visigótico que era, no teniendo más opciones que mostrarse respetuoso con los mudayyanes y los mozárabes, situación ésta que le dio pie a intitularse Imbaratur du-´l-Millatayn, Emperador de las dos religiones.

De antaño venía la existencia de un taller monetario en la ciudad, que el rey Alfonso siguió utilizando para sus primeras labras cristianas castellanas. Primeramente lo hizo con tipología musulmana, acuñando dirhems argénteos en los años 478 y 479 de la Hégira, que tenían la peculiaridad principal de incluir el mes de inicio de la emisión en su leyenda, Yumadá y Safár respectivamente. En sus áreas, aparecen secuencias de puntos y glóbulos con y sin punto interior que posteriormente se emularían en acuñaciones ya eminentemente cristianas.

Más tarde, Alfonso VI, acuñó de manera excepcional otra moneda, un denario, más comúnmente llamado dinero, que daba continuidad tipológica al numerario visigodo, con una representación fácil de asimilar por los mozárabes, mostrando un busto esquemático de frente, idéntico al de las últimas amonedaciones godas y suevas, que eran el antecedente numismático cristiano más inmediato que existía. Siguiendo los patrones bizantinos, los monarcas visigodos optaron mayoritariamente por el retrato regio esquemático de frente como dibujo habitual de sus tremises. Con estas emisiones, Alfonso VI intentó ganarse a los musulmanes residentes en Toledo, y también a la comunidad mozárabe, que tenían al Liber Iudiciorum por fiel reflejo de la antigua tradición gótica peninsular. Es muy destacable la mención a Toledo en su forma plural: “TOLETA”, cuya traducción sería “de los Toledos”, como si la posesión de la antigua capital visigoda sirviese como cabeza de reino a todos los territorios cristianos bajo la tenencia del rey Alfonso, y todos ellos fuesen uno, con la ciudad imperial.


En una tercera fase, e influenciado por su esposa Constanza de Borgoña, Alfonso VI trató de facilitar la implantación de la liturgia romana o cluniacense en sus reinos, sustitutiva de la vieja Lex Romana Visigothorum. Para ello trajo a Castilla desde Francia, varios monjes de Cluny como Bernardo de Sedirac, que fue nombrado abad de Sahagún en 1081 y arzobispo de Toledo por Urbano II en 1088. Éste, molesto por el excesivo respeto del rey a los sarracenos, le convenció para que adoptase el arte románico monetario europeo en su numerario.

Así Alfonso VI intentó acuñar moneda propia, en esta ocasión de clara influencia carolingia en la epigrafía, diseño y métrología. Se intenta copiar el anagrama cuadrilítero utilizados por el rey de Francia Odón o Eudés, que se generalizó en occidente a modo de cuatro círculos, que representaban la escritura de su nombre en la forma ODDO. Alfonso, emulando las monedas francas ultrapirenáicas, labró dineros y óbolos de vellón de ley ternal de a ocho sueldos, de doce dineros cada uno en el marco de plata.

Tipo B: Denario o Dinero y Meaja u Óbolo de vellón. Ceca de Toledo. Acuñado entre 1088 o 1089 y hasta 1100. Peso: 0,82-1,1 grs. para el dinero y 0,40-0,48 para el óbolo. Diametros: 17 y 13 mm. Anv: Cruz patada. Leyenda: 3ª Nom.-Masc. “ANFVS REX”. Trad: “Alfonso Rey”. Rev: Dos aros con punto interior, arriba y abajo, y dos estrellas de seis puntas, a derecha e izquierda. Leyenda: 2ª Nom.-Neut. “+ TOLETVM”. Trad: “Toledo”.

Pero el monarca quiso cargar este primer tipo carolingio, conocido como “de aros y estrellas”, de simbología cristiana. El rey solo aparece en la leyenda del anverso, acompañando a la cruz, y quedando voluntariamente relegado a un segundo término basándose en la palabra de Dios (“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tu formaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que te cuides de él? (Salmos, 8:4-5)”. Dios es el protagonista: por un lado muestra una cruz, símbolo inequivoco de la victoria de la religión cristiana de origen astur con su lema “Hoc Signo Vincitvr Inimicos” o “Hoc Signo Tvetvr Pivs”, y por el otro, dos aros y dos estrellas de seis puntas, emblema que necesariamente tenía que ser entendido por todo un pueblo cuyas creencias religiosas eran muy profundas, pero cuyo nivel cultural era bajo, pues la mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir.

Por ello, Alfonso VI decidió utilizar su moneda como engrandecimiento de Dios, y lo hizo utilizando la primera frase de la Biblia conocida por todos: “En el principio, creó Dios el [los] Cielo[s] y la Tierra” (Génesis 1:1). Y éso es lo que acuñó, un símbolo polisémico de la Creación del Mundo: el cielo en forma de estrellas, y los astros en forma de círculos. Con la formación por duplicado se pretendía emular su movimiento, que a medida que avanza, genera el tiempo, pasado, presente y futuro, transmitiendo la imagen de Dios como Señor del Mundo (Cosmocreator), del Tiempo (Cronocreator) y de Todo lo Creado (Pantocrator).

Comenzó las labras entre 1088 y 1089, hecho probado por la aparición de un ejemplar entre las ropas de Santo Domingo de Silos, en Burgos. Este hallazgo aporta dos datos importantes: primero, que estas labras se iniciaron lo más tarde en 1088, último año en que se abrió el sepulcro; y segundo, que circularon por todo el reino, haciendo de „Toletvm‟ una mención al reino más que a la ciudad.

Pero el diseño definitivo, cuarto en el tiempo, de las monedas de Alfonso VI, fue el monograma de Cristo con las letras alfa y omega pendientes, también llamado posteriormente crismón, como vulgarización del carolingio “Mi Cristo” (Christ Mon o Christ Mien), estando cargado de nuevo de simbología de Dios y de Cristo.

El Antiguo Testamento se escribió en arameo, pasando al hebreo, y al griego, versión conocida como “De los 30 Sabios”, y por último al latín o Biblia Vulgata. Si bien en la Alta Edad Media, el rito religioso se impartía en latín, no es menos cierto que para la espiritualidad canónica el griego era la lengua religiosa culta. Cristo era “el Úngido”, es decir «Χριστός» (Xhristos o Christos) en griego arcaico, que se abreviaba en la forma XPS, lectura de las letras x (ji) ρ (ro) ς (sigma) de ‘Xhristos’. Cuando el Emperador Constantino se convirtió al cristianismo, decidió portar el lábaro con el cristograma en sus dos primeras letras “XP”, de la misma manera que lo hicieron los emperadores romanos.


Por otra parte, la explicación de la letras alfa y omega viene dada por otro versículo de la Biblia que dice: “Yo [Dios] soy un hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin” (Apocalipsis, 21:6). Posteriormente, estas representaciones de Dios se unieron para dar al crismón la visión dualista de Dios y de su hijo, Cristo: XPS formado de una X que hace de aspa del crismón, una P que cruza a la X, una S que se retuerce sobre el vástago de la P, y las dos letras griegas Λ y ω, principio y fin del alfabeto griego, pendientes de la X. El origen de esta dualidad Dios – Cristo hay que buscarlo en la signo del pez, Ichthys („ΙΧΘΥΣ’ en griego), acrónimo de “Iēsoûs Christós Theoû hYiós Sōtér” o “Jesucristo, de Dios el Hijo, Salvador», que fue utilizado como símbolo secreto entre los antiguos cristianos, para identificación mutua de sus creencias.

Por otra parte, la simbología de la cruz es igualmente dialéctica. Es bien sabido que en la Edad Media, la imagen difundida para la cruz de Cristo fue en la forma de cruz griega. La razón tuvo su origen en el hecho de que Santa Elena, madre de Constantino, cortó la parte baja de la cruz del calvario en la que fue crucificado Jesús de Galilea, para enviar al Papa de Roma el travesaño inferior del Lignum Crucis, permaneciendo en Jerusalem, el resto de la cruz del Gólgota en forma de cruz equilátera. Por esta razón es por lo que la simbología de los Cruzados y de otras muchas órdenes militares como los Militum Templi, utilizaron diversas morfologías de la cruz griega como emblema de sus creencias. De esta manera, la Cruz del anverso de las monedas no solo es la representación de la Cristiandad como orbe, sino que a su vez es nuevamente la X de Xhristos, el Ungido.

En muchos monasterios y catedrales en plena ruta jacobea, puede verse el símbolo del crismón. Reaparece en una miniatura del Codex Calixtinus (Libro I, Fol. II) en la que no se ha reparado suficientemente, donde se explica que el criptograma quiere decir “IHESVS XHRISTVS quod est IHS XPS”. Asimismo el alfa y la omega pendientes no eran ajenas al mundo medieval pues aparecían en representaciones antiguas de cruces astures y mozárabes del altomedievo.
Este fue el primer tipo monetario multicecas, circulante en todo el reino sin importar su lugar de labra. Posteriormente se acuñaron en León, Santiago de Compostela y Lugo, si bien no nos ha llegado ningún ejemplar de esta última ceca, que sin duda labró con mínimas variantes, bajo la influencia de Raimundo de Borgoña, a quien Alfonso VI había concedido la zona noroeste peninsular. León, lo hizo con tipología muy similar a Toledo, mientras que Santiago invirtió el crismón respecto de la leyenda e incluyó puntos en los cuarteles como seriación cronológica, conociéndose hoy solo denarios o dineros. Toledo fue pues el origen iconográfico del numario cristiano en los reinos de León y Castilla.

Acuñación toledana de Urraca, Reina de León y Toledo (1109-1126)

Os recomendamos la lectura de este magnífico artículo del escritor Manuel Mozo Monroy titulado «Acuñación toledana de Urraca, Reina de León y Toledo» publicado en Parva Urs, 1 (Toledo, abril 2010). El artículo se centra en las diferencias iconograficas de las monedas labradas por la Reina Urraca, ahondando en el transfondo y la importancia que dichas labras tuvieron como muestra y consolidación del poder real de la primera reina mujer de Castilla y León.


Acuñación toledana de Urraca, Reina de León y Toledo (1109-1126), por Manuel Mozo Monroy

En el feudalismo incipiente de la Edad Media europea era inconcebible el hecho de que una mujer portase el cetro y la corona real de un reino cristiano: la ley Sálica –heredada de los francos salios- lo hacía imposible. Sin embargo en Castilla y León, el hecho de haber sido durante muchos años territorio bajo dominación islámica en el que la conceptualidad feudal no se desarrolló en toda su plenitud, ayudó sobremanera a posibilitar que a falta de hijo varón, como era el caso –el infante y heredero Sancho había muerto en la batalla de Uclés (Cuenca) en mayo de 1108-, una mujer, Urraca Alfónsez o Adefónsez, pudiera ejercer las facultades inherentes del poderío real, recibiendo el reino como reina a la muerte de su padre, Alfonso VI –sin incluir el territorio portugués que ya había sido entregado antes de morir a su hermana Teresa y a su marido Enrique de Borgoña-. De hecho, al día siguiente de enterrarlo, ella ya se intitulaba diplomáticamente “Urraka dei nutu totius yspanie regina”. De todas maneras, esta situación de que una mujer heredase un reino cristiano no era del todo rara en la Península Ibérica, pues existían los precedentes de doña Mayor, heredera del condado de Castilla, y de doña Sancha que recibió León en 1039.

Pero sin duda, el matiz más interesante de doña Urraca, desde el punto de vista económico fue el hecho de ser la primera reina que ejerció el exclusivo derecho real de la acuñación de moneda en los reinos de Toledo y León –denominada en 1113 en el Cartulario II de la Catedral de Toledo, ff. 40-41 como “publice monete”-, continuando el sistema duodecimal monometálico de apariencia en plata que utilizó su padre –valorados a sueldo: “solidos de denarios”, “solidos ponderata purissimo argento” y “solidorum moneta medietate”-, no conociéndose tampoco ninguna acuñación áurea para su reinado –aunque sí circuló oro musulmán como lo demuestra expresiones del tipo “libras auri obriti”, “uncias auri“, “auri purissimi mektalia”, y “mencales de auro”-. De la misma manera, no se conoce a día de hoy óbolo alguno de ninguna de sus monedas –excepto, de ser suya, para la emisión conmemorativa de su unión matrimonial con el rey de Aragón, Alfonso I, o alguna posible pieza segoviana-; una circunstancia extremadamente rara que no llegó a cabo ninguno de sus sucesores, y que contradice y hace que sea una excepción, necesaria y suficiente que confirma la regla de que cada denario tiene su meaja. Por supuesto, no hay que descartar que puedan llegar a aparecer, como la propia lógica e incluso los textos de la época así parecen indicarlo.

Antes de estudiar su acuñación toledana es necesario comentar que Urraca siguió las directrices monetarias del reinado anterior -el de Alfonso VI, su padre-, distinguiéndose por tanto cuatro tipos principales de acuñaciones (si bien los dos primeros fueron alternativamente intermitentes en función de la relación entre ella y su marido Alfonso I de Aragón, llegando a acuñar en solitario en determinados momentos de sus frecuentes desavenencias con él):
a) Acuñaciones Reales: Urraca era la reina soberana, y como tal, aparecía en las monedas. Tales emisiones se produjeron en León y Toledo (acuñación ésta objeto del presente estudio).

b) Acuñaciones Conyugales: monedas que de alguna manera mencionaban a sendos esposos regios entre diciembre de 1109 –firma de la Carta Programática entre ambos- y octubre de 1114 –cuando Alfonso I de Aragón repudia a Urraca, si bien no desaparece del todo de la política castellano-leonesa-. Se labraron en León, Zamora y Segovia.

c) Acuñaciones del Correinado de Urraca con su hijo Alfonso Raimúndez: monedas labradas entre mayo de 1117 –Pacto del Tambre- y marzo de 1126 –muerte de Urraca en Saldaña (Palencia)-, pero con independencia absoluta del uno respecto del otro en la amonedación. Se acuñaron en Toledo, León y en Segovia.

d) Acuñaciones Concesionarias: privilegios especiales para emitir monetario propio a instituciones o sedes eclesiásticas. Fue precisamente en el reinado de Urraca donde más proliferaron, labrándose en el monasterio cluniacense de Sahagún y en la catedral de Palencia.


ACUÑACIÓN REAL TOLEDANA. Dinero de Busto de frente.

Recién llegada al trono, la reina Urraca emitió moneda tipológicamente diferente para Castilla y León, si bien toda ella era legalmente circulante y tenía el mismo valor en los dos reinos. Así, a la muerte de Alfonso VI en Toledo, la reina decidió acuñar en la ceca toledana un tipo de retrato regio de frente de ingenuo arte románico –típico de los códices iluminados por los miniaturistas de la época-, con ligeras variaciones respecto de las de su padre, que homenajeasen la labor extinta de su antecesor en el trono, pero que a la vez mantuviesen la más pura línea continuista de la representación frontal visigótica, totalmente olvidada por los carolingios -salvo en acuñaciones esporádicas de Carlomagno o Luis el Piadoso-.

En la numismática medieval no existían precedentes inmediatos de retratos femeninos en aquellos años. Los últimos se habían producido en Egipto y durante el bajoimperio romano. Las acuñaciones suevas y visigodas no representaron nunca a la mujer, que quedó relegada a un segundo plano, y, por supuesto, el Islam tampoco, en su reticencia a la representación humana. La razón de esta curiosidad, que solo se dio en Castilla y León de una manera tan clara, habría que buscarla en el hecho de que una mujer pudiese acceder con pleno derecho al gobierno de un territorio por si misma –si bien en un principio y debido a su casi forzado matrimonio con Alfonso I, siguiendo las últimas voluntades de su padre muerto, no queda muy claro si podía hacerlo sin la presencia conjunta de varón; cuestión que se aclararía a partir de 1114, en que su separación respecto del aragonés fue total, confirmando ya positivamente la plena titularidad de la reina-.
Esta amonedación toledana a la que nos referimos fue la primera que hizo la doña Urraca. Es lógico pensar que las acuñaciones del sexto de los Alfonsos habrían cesado con su muerte, pero sin duda siguieron circulando por el reino durante prácticamente todo el reinado de su hija Urraca; añadiéndose a esta masa monetaria circulante las emisiones ya prototípicas de la reina. Esta situación podría explicar la rareza de las monedas urraqueñas, pues sus emisiones fueron siempre muy cortas, en gran medida debido a la alta cantidad de moneda de Alfonso VI que aún estaba en circulación, y que incluso se extendió hasta los últimos años del reinado de Alfonso VII tal y como han demostrado los hallazgos monetarios de Alfonso VI aparecidos recientemente en el castillo de Calatrava la Vieja, tomado por Alfonso Raimúndez en 1147. No obstante y dentro de estas premisas, este tipo de busto se podría considerar como la emisión monetaria más abundante del reinado de Urraca.

El tipo se acuñó al comienzo de la etapa más tormentosa de su reinado. Muestra esquemáticamente a la joven reina de frente, con tocado y diadema, grabando con letra carolina en la leyenda su nombre y título: “Vrraca Regi”, relegando al reverso la prototípica cruz y el toponímico del reino: “Toletuvo”. Estos dineros rondan en todos los casos el gramo de peso, manteniéndose en los ejemplares conocidos entre 0,75 y 1,19 grs. El principal rasgo diferenciador de las variantes existentes en este tipo es la aparición de dos puntos, uno a cada lado de la cabeza, como intentando recalcar su feminidad al colgarle dos presumibles pendientes; si bien esta posibilidad no es más que una pura especulación, pues estos dos puntos podrían tener cualquier otro significado que no ha llegado hasta nuestro días.

Su cronología es de muy difícil determinación. Presumiblemente empezó con el inicio de su reinado reutilizando los cuños de las monedas toledanas anteriores y acuñando en aparente disminución progresiva hasta abril de 1111, cuando su marido Alfonso se hace con la ciudad del Tajo -existe incluso la posibilidad, derivada de las marcaciones, de una degradación tipológica y de la disparidad de estilos, y que incluso se pudiese haber acuñado en más de un taller de labra-. Efectivamente, es harto improbable que Urraca pudiese haber acuñado entre el 18 de abril de 1111, en que Alfonso I entra en Toledo como rey, y el 18 de octubre de 1114 -día en que según la Crónica de San Juan de la Peña el rey aragonés repudia oficialmente en Soria a doña Urraca por razones de consanguineidad: “sed lapsu temporis videns Imperator Reginem a vita debitae honestatis alienam, invento colore quod inter eos erat gradus consanguineitatis et quod nolebat vivere in percato, duxit eam usque ad Soriam, et ibi ipsam traditit”-, cuando acepta definitivamente la resolución papal de anulación de su matrimonio. Inmediatamente después, los toledanos y segovianos se rebelaron en su nombre, enfrentándose a Álvar Fáñez y sus tropas -hombre de confianza de Urraca-, quien pese a intentar disolver esta insurrección popular, sin conseguirlo, cayó muerto pocos días después en Segovia. Ambas ciudades volvieron a manos del aragonés hasta 1118 -pese a que Urraca se las había entregado durante tres años a su hijo Alfonso Raimúndez en el Pacto del Tambre de mayo de 1117-, cuando se rindieron tras sufrir alguna que otra escaramuza bélica. Alfonso I, por su parte, continuó hostigándolas, retomando su control durante algunas temporadas: hasta 1119 para Toledo y hasta pasado 1123 para el caso de Segovia; en su beneficio jugaba la posición favorable que ambas ciudades tenían hacia su persona, pues había sido él quien las había defendido durante largo tiempo frente a los ataques de las tropas almorávides. Por otro lado, la posesión, de los dos feudos le era fundamental ya que así podría seguir intitulándose Emperador al tener en sus manos, al menos, tres reinos (Pamplona, Aragón y Toledo).

Por tanto, es posible que en esos años Toledo retomase su producción acuñadora a nombre de Urraca y quizá Alfonso Raimúndez hasta 1124 –de hecho la reina ratifica en noviembre de 1123 a la iglesia de Santa María el diezmo de las rentas reales a Toledo y a su arzobispo Bernardo incluyendo la moneda –“monetarum”- (Archivo de la Catedral de Toledo, 1.7.G.1.4b) -“Ego Urraca dono et concedo decimam partem omnium regalium redittium quos in Toletana habeo uel habuero urbe aut in eius terminis tam infra quam exterius panis, scilicet, et vini, molendinorum, furnorum, tendarum, tocius fori, alfondegarum, monetarum, balneorum… duodecim libras auri obriti persoluat”-; fecha en que de una manera casi efectiva la reina desaparece del poder político y económico, y es eclipsada por su propio hijo, recién armado caballero en Santiago de Compostela, y que con toda probabilidad fue ya quien ejerció la regalía de acuñación de moneda a su nombre. Este cúmulo de circunstancias históricas fueron las que determinaron que sólo se acuñase este tipo monetario urraqueño en la ceca de Toledo durante su reinado.